La receta es un conjunto de pasos que, si son seguidos al pie de la letra, producen resultados perfectos, uniformes y repetibles. Es una genialidad, excepto por una sola cosa, que termina manchando todo el cuadro: la realidad no es perfecta, ni uniforme, ni repetible.
Entonces, lamento decirte, es hora de abandonar la idea de las recetas, y perseguir, en su lugar, procesos.
Un proceso es algo complejo, es un viaje que se emprende con un destino final en mente, pero que se mantiene abierto y flexible para adaptarse a los posibles cambios que puedan surgir en el contexto. Un proceso arranca sabiendo a dónde se quiere llegar, pero sin saber con certeza qué se va a encontrar una vez que se llegue.
Un proceso se compone de instancias, no de pasos. Cada instancia es una oportunidad para crear, porque la instancia se define por la finalidad de lo que hay que hacer en esa instancia, por el objetivo que hay que cumplir o alcanzar antes de pasar a la siguiente instancia, pero sin tener predefinidos los métodos para hacerlo.
Los procesos son recurrentes, concurrentes, circulares, espiralados. Se trata de probar, medir, ajustar, y repetir todo de nuevo. Cuantas veces sea necesario, hasta que funcione. Edison dijo famosamente que:
No fracasé, simplemente encontré 10,000 maneras que no funcionan
Enfocarse en el proceso significa descomponer una meta en las partes que la componen, para concentrarse en esas partes. Es un mecanismo de enfoque que nos mantiene en el aquí y ahora, aun cuando se persiguen metas muy distantes.
Una mentalidad de proceso crea oportunidades a diario para tener pequeñas victorias, lo que ayuda a sostener la motivación requerida para alcanzar las metas a largo plazo. Los procesos promueven el progreso, y el progreso, en un nivel neuroquímico, nos predisponen a persistir.
Tal vez la verdadera diferencia esté en que, al enfocarnos en los procesos, nos aseguramos de que nuestro valor propio no queda atado a los resultados que obtengamos. Saber que hicimos todo a nuestro alcance, que aportamos al máximo de nuestras capacidades, nos genera una clase especial de seguridad, de confianza y de satisfacción que nadie nos puede quitar.
Ante una realidad que no es perfecta, ni uniforme, ni repetible, nuestra mejor arma es adoptar procesos flexibles, adaptables, en constante evolución.
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