Empecemos diciendo que comunicar es interactuar, y entonces la comunicación es un proceso interactivo. Y que sea un proceso y no una receta significa que hay complejidades.
A menudo, caemos en la trampa de nuestro punto de vista: creemos que si dijimos algo, el otro escuchó, y no sólo escuchó, sino que entendió, y no sólo entendió, sino que entendió lo mismo que nosotros entendemos. Sin embargo, tantas instancias dejan muchas posibilidades de que algo salga mal, y los malos entendidos dan prueba fehaciente de ello.
Entonces, ¿cómo hacemos para comunicar mejor?
Alinear entrada y salida
Alinear la comunicación externa con la interna es la base de una comunicación efectiva.
¿Por qué? Porque es creíble.
Los seres humanos no nos llevamos bien con las contradicciones, y preferimos siempre la coherencia y la consistencia. Si hacés lo que decís, puedo tener algo de previsibilidad, puedo saber qué esperar de vos (metemos paréntesis para recordar que esto es lo que llamamos reputación). A las personas les encanta esto. Les da seguridad, y la seguridad da lugar a la confianza. Y ¿sabés qué? La confianza es sinónimo de buena comunicación.
Ahora bien, si lo que comunicamos hacia afuera se condice con lo que producimos (sea un producto o servicio), alcanzamos la preciada consistencia. ¿Qué tiene eso que ver con la comunicación interna? Gracias por preguntar:
Ya lo dijimos varias veces, pero no está de más repetirlo: hay humanos de los dos lados. En cualquier situación podemos encontrar comunicación, y toda vez que encontremos comunicación, encontramos humanos: al principio y al final de toda cadena de sentido hay un humano. Y esto funciona también al revés: siempre que hay humanos, hay comunicación.
Es decir que, siempre que dejes a dos humanos en condiciones normales de presión y temperatura, van a intercambiar mensajes y significados, van a crear sentido. Y adiviná qué… si uno de esos humanos es parte de tu organización, lo que él diga va a hablar sobre la misma; es más, casi va a parecer que tu organización habla a través de ese humano. Y seguí adivinando… ¡Correcto! Si lo que ese humano dice no está alineado con lo que tu organización dice y/o hace, chau consistencia.
Por otro lado, imaginate que te proponés perder 4 kilos (porque la llegada de la primavera marca la cuenta regresiva para el verano, ¿o no?). Esta meta no pasa por una cuestión cuantitativa, de más o menos comida. Es, en realidad, una cuestión cualitativa: se trata de comer mejor. Y tampoco es un proceso aislado, es decir que no está limitado únicamente a los alimentos, sino que involucra procesos en otras áreas: nuestras condiciones de base, actividad física, hormonas, recursos, etc. Exactamente lo mismo pasa con la comunicación: tratar de mejorarla actuando sobre una única variable es como querer manejar un auto con una sola rueda. El proceso tiene que abarcar todas las variables y, más importante, tiene que lograr ponerlas en equilibrio.
¿Qué me llevo?
Hagamos un resumen, porque dijimos muchas cosas: dijimos que la comunicación es interactiva, y que por ende no es una cuestión cuantitativa, sino cualitativa: no se trata de comunicar más, sino de comunicar mejor, y dijimos que para eso tenemos que equilibrar lo que entra y lo que sale, ya que eso nos va a dar consistencia, y eso va a generar confianza. El equilibrio es difícil de alcanzar, pero es mucho más sencillo cuando tenemos un parámetro de referencia.
Ahí es donde entra en juego el contexto, que nos da un marco de interpretación, que los humanos necesitamos para entender qué es lo que vemos, escuchamos, vivimos. Todo lo que hacemos y decimos, y en especial la relación entre lo que decimos y lo que hacemos, va a crearnos una reputación, es decir, un conjunto de expectativas sobre lo próximo que vamos a decir y hacer: un contexto. Una comunicación alineada, con un buen equilibrio entre lo que entra y lo que sale, crea un contexto en el que es mucho más fácil mantener una consistencia entre lo que decimos y lo que hacemos. Y ahí está el secreto para comunicar mejor.