La palabra contacto tiene dos acepciones:
Por un lado, tus contactos pueden definirse lisa y llanamente como «la gente que conocés».
Pero hay otra definición, muy relacionada con la anterior, pero que va más allá: tus contactos no son tus contactos porque los conocés, sino porque se conocen mutuamente. Vos los conocés y ellos te conocen. Y para que eso suceda, tuvo que haber un contacto.
Hay contactos porque HAY contacto
La comunicación es por lo tanto, un proceso que, citando a Carl Jung, se comporta como el contacto entre dos sustancias químicas: si se produce alguna reacción, ambas se transforman. La comunicación, entonces, es una de las claves de nuestra relación con los demás. Cómo nos comunicamos, cómo interactuamos, define el vínculo con el otro. De hecho, la comunicación existe, es una cosa, simplemente porque queremos vincularnos con otros.
Tener contactos es la expresión que usamos para cuando alguien nos consigue algo que habitualmente no podríamos conseguir, o tiene la potencial habilidad para hacerlo. Conseguís un laburo a través de un contacto, conseguiste entradas para ese espectáculo que estaba agotado porque tenés un contacto, encontraste un departamento en alquiler porque te lo recomendó un contacto.
Esos contactos, que pueden acercarte esos beneficios extraordinarios, pueden hacerlo gracias a que ellos también, a su vez, tienen otros contactos. El superpoder de tus contactos es que pueden ampliar tu red de contactos, enlazándote con gente que está en otros círculos a los que vos no pertenecías previamente. ¿Suena medio enroscado? Dejame decirlo más enroscado todavía: tus contactos te contactan con sus contactos, haciendo que esos contactos suyos se vuelvan contactos tuyos.
Y ahora digámoslo más fácil, y muy en serio: tus contactos son valiosos, no porque tengan el potencial de vincularte con sus contactos, sino porque son vínculos humanos. Y como tales, tienen que ver con algo compartido, son ese humano que está del otro lado y que confía en vos. Agarrá tu teléfono (ese que tenés al alcance de tu mano las 24hs del día) y abrí tu lista de contactos. A medida que leés cada nombre en esa lista, es inevitable que aparezca en tu mente la cara de esa persona, o la historia de cómo se conocieron, o el recuerdo de que tenés que mandarle algo y te habías olvidado. El punto es que cada contacto es una historia, y cada historia es la historia de una persona.
En la economía del compartir, o lo que Vaynerchuk llama «the thank you economy«, el comercio se complementa con la promesa de una conexión humana. El viernes pasado le contaba esto mismo, por teléfono, al fundador de una compañía que se dedica a mejorar la forma en que otras compañías le brindan atención y soporte a sus usuarios: no tenemos que olvidarnos que, por más tecnológico que sea un mecanismo, en cada punta del circuito hay una persona, y cada una de esas personas tiene la expectativa de que haya otra persona en la otra punta.
La realidad en una frase es que lo que buscamos, cada vez que nos toca estar en el extremo de uno de estos circuitos, es el contacto con otra persona. El contacto con tus contactos es algo invaluable, porque de alguna forma sabemos, conscientemente o no, que ahí está contenida toda la potencialidad para producir alguna reacción, y que ambos nos transformemos. Hoy, se trata no sólo de hacer una diferencia, sino de ser la diferencia que hace toda la diferencia, y eso sólo pasa cuando hay conexión.